El inventor de este aparato médico que permite escuchar los sonidos internos del cuerpo fue el médico francés René Laënnec, quien trabajaba a principios del siglo XIX en el hospital Necker de París.
Para escuchar los latidos del corazón o la respiración de sus pacientes debía pegar su oído al pecho, lo que le causaba gran vergüenza, especialmente cuando la enferma era una mujer y, además, el marido estaba observando.
Un día, atendiendo a la esposa de Monsieur Gaudissant (con la madre y el esposo presentes y lanzándole miradas no muy amistosas), se le ocurrió enrollar sus papeles, aplicar un extremo del tubo a su oreja y el otro al pecho de la enferma.
Sorprendido por la nitidez con la que se oía, encargó a sus ayudantes elaborar un tubo (entonces aún de madera) que, desde entonces, usó siempre para esta tarea.