En los últimos años, hemos podido observar cómo las tasas de fecundidad disminuyen cada vez más en todo el mundo. Mientras que una o dos generaciones atrás era común ver parejas con 4, 5 y 6 hijos, hoy día es más frecuente encontrar parejas con un solo hijo, incluso sin hijos. De igual forma, vemos cada día más y más parejas con problemas de fertilidad, lo que nos lleva a preguntarnos ¿Nos estamos haciendo infértiles?
Lo primero que debemos explicar es el término Infertilidad; según la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde el punto de vista clínico es “una enfermedad del sistema reproductor, definida por la incapacidad para conseguir una gestación clínica después de 12 meses de coito regular no protegido”.
Se estima que 10% de las parejas a nivel mundial padecen de infertilidad, lo que equivale a aproximadamente 50 millones de parejas. Estos números se encuentran en aumento.
Una de las voces de alarma sobre la posible epidemia en que se está convirtiendo la infertilidad lo dio un estudio de la Universidad Hebrea de Jerusalén, publicado en el 2017. En este se analizaron datos de 43,000 hombres de distintos países occidentales (Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y varias partes de Europa), llegando a la conclusión de que la calidad y cantidad de esperma humano ha decaído
de manera estrepitosa en los últimos años, para situarse en 50% de los valores que encontrábamos hace 40 años.
Aunque este estudio no hace alusión a cuál podría ser la causa de este deterioro del semen,otros estudios han hipotetizado que podría deberse a una suma de factores, tales como el estrés, el sedentarismo y la mala alimentación, el contacto con contaminantes en el ambiente que actúan como disruptores endocrinos, entre otros.
Sin embargo, por muy grave que pueda sonar el decaimiento de los parámetros seminales, el factor que mayor efecto ha tenido sobre la disminución de la fertilidad humana, es el retraso en la maternidad. Se ha determinado que después de los 35 años de edad, el potencial fértil de la mujer desciende de manera estrepitosa. Mientras que, a los 30 años, la probabilidad de la mujer embarazarse en cada mes ronda el
20%, después de los 35 esta desciende rápidamente, hasta llegar a prácticamente 0% a los 45 años. Esta caída en la fertilidad con el paso del tiempo se explica porque la mujer, al nacer, tiene ya la dotación folicular que tendrá de por vida; y estos folículos van desapareciendo por muerte celular programada cada mes, por lo que es lógico que, pasado cierto tiempo, estas reservas foliculares empiecen a
menguar.
Por otro lado, la influencia de la edad masculina sobre la fertilidad es más controvertida; aunque se han
realizado múltiples estudios, su papel en la infertilidad aún no está tan claro. Hay evidencia científica de que, a partir de los 41 años, la fertilidad masculina empieza a descender. Esto se debe a que, en primer lugar, los hombres, a medida que se hacen mayores, se harán más susceptibles a algunas condiciones médicas que podrían intervenir en su salud reproductiva, tales como disfunción eréctil, cáncer, y enfermedades sistémicas como hipertensión o diabetes. Por otro lado, con el paso del tiempo, estos hombres se ven más expuestos a factores ambientales que podrían tener efecto sobre su fertilidad,
como sustancias químicas, estrés, entre otras. Sin embargo, aún en hombres perfectamente sanos, se ha observado una disminución natural, con el paso del tiempo, de algunos parámetros seminales, como la motilidad, la morfología y el volumen seminal.
Hoy día, las mujeres tienen mayor acceso a la educación, por lo que estas prefieren invertir más tiempo en prepararse académica y profesionalmente, antes de dedicarse a procrear. Debido a esto, tenemos como consecuencia un aumento en la edad en que las mujeres tienen su primer hijo. En países del primer mundo, como España, la media para tener el primer hijo, al 2019, es a los 31 años, en comparación con el año 1980, donde la media era a los 25 años. Este incremento, aunque a primera vista parece pequeño, podría tener efectos llamativos sobre la fertilidad. Aún en sociedades como la nuestra, donde vergonzosamente tenemos la tasa más alta de embarazos en adolescentes de la región, también vemos cada día más mujeres con edades por encima de los 35 años de edad, teniendo su primer embarazo.
Como consecuencia de los avances científicos en el campo de la Reproducción Asistida, se le ha dado esperanzas de ser madres a cientos de miles de mujeres alrededor del mundo. Gracias a estas técnicas, hoy día las mujeres pueden decidir postergar la maternidad hasta el momento en que se sientan más preparadas para hacerlo, haciendo uso de diversas herramientas disponibles, tales como la fecundación
in vitro, la preservación de gametos y la ovodonación.
Sin embargo, contrario a lo que muchas personas podrían pensar, las Técnicas de Reproducción Asistida
(TRA) están muy lejos aún de ser una panacea para todos los males de fertilidad. Si bien es cierto que
cada vez tenemos mejores tasas de éxito con las TRA, en muchos de los casos, aun preservando los
óvulos antes de los 35 años, tendremos una tasa de embarazo de aproximadamente un 50% por ciclo. Lo
que significa que, algunas de estas mujeres tendrán que recurrir a otras opciones, como la ovodonación,
la cual no todas las parejas aceptan. Es por esto que decimos que podemos preservar gametos, pero no
la fertilidad.
Entonces, ¿Estamos o no ante un riesgo inminente de extinción? Aunque hay estudios que pueden sonar
algo alarmistas, la verdad es que todavía es muy pronto para decir que la raza humana está ante una
extinción masiva a causa de una epidemia de infertilidad. Lo que sí es seguro decir, es que la infertilidad continúa siendo un problema de salud pública a nivel mundial, ya que hemos visto cómo las tasas han ido en aumento, sin mostrar ningún tipo de decrecimiento en los últimos 20 años.
Como especialistas en el ámbito de la salud, tenemos un rol fundamental en ayudar a disminuir las tasas
de infertilidad, educando a nuestros pacientes. Todo ginecólogo que reciba una mujer en edad reproductiva en su consulta, tiene la obligación de indagar sobre sus planes reproductivos: si esta desea buscar embarazo, o si ya lo está buscando; y en caso de que no lo esté buscando en el momento, orientarla sobre el efecto que tiene la edad sobre el potencial reproductivo de la mujer y del hombre, explicarle que existen opciones viables para preservación de gametos (con sus respectivas tasas de éxito y fracaso), además de orientarla sobre los riesgos inherentes a una gestación en mujeres mayores.
Por: Dr. Ramón Checo Brito
Obstetra • Ginecólogo • Colposcopista
Reproducción Asistida
PROFERT
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